martes, 17 de junio de 2014

VI CARRERA POPULAR VILLANUEVA DE LA TORRE

Entre lesiones, compromisos familiares y asuntos varios –todos justificados-, la representación del Runners Cabanillas en Villanueva fue más bien escasa. Por un momento temí ser el único representante, recién llegado al Club y al running, y cargar solo con tanta responsabilidad. Menos mal que Juan Carlos y Elena, experimentados veteranos, acudieron para dejar el pabellón bien alto.

A pesar de la fecha (pasado el cuarenta de mayo) y de la semana previa de calor que habíamos tenido, la mañana era tirando a fresquita. Me llevé una gorra, me di crema para el sol… incluso eché una toalla pensando que nos íbamos a derretir en las pistas de atletismo, pero nada más bajar del coche, coño qué frío, por qué no me habré traído el chándal. La temperatura fue subiendo conforme avanzó la mañana, pero el aire, un viento del demonio, no tenía intención alguna de abandonarnos.

En la salida nos situamos juntos Juan Carlos, Elena y yo, posamos para la posteridad del atletismo cabanillero y, ale, a correr, que a eso hemos venido. Debo reconocer que no me había estudiado el circuito y que en el rato en que estuvimos calentando en las pistas no me fijé en que allí no había una salida digna de tal nombre, vamos, que para completar los 10.000 metros podíamos dar 25 vueltas a las pistas porque al que las diseñó no se le ocurrió que algún día alguien quisiera hacer una carrera por la calle. Solución: un pequeño terraplén y un camino de piedras cuando apenas llevábamos 300 metros.  A ver si este fin de semana tocaba carrera de montaña y me he liado. Bueno, no nos vamos a poner quisquillosos los de Cabanillas porque nuestras pistas de atletismo, como sabemos, no son comparables con ningunas otras.

Ya en la calle, nada más doblar el polideportivo, salimos a una de las largas avenidas de Villanueva con un viento en contra que arranca un par de gorras a corredores que me preceden y tienen que parar a recogerlas. A todo esto, no veo a nadie de azul en el horizonte, por lo que deduzco que Juan Carlos y Elena deben ir un par de kilómetros por delante. Los tres  primeros kilómetros son suaves, por calles rectas, con alguna ligera rampa y algún que otro falso llano, hasta que de repente nos sacan a un camino y comienzan unos kilómetros de subidas bastante pronunciadas, en particular del kilómetro 3’5 al 5. Al llegar al avituallamiento, a mitad de recorrido, pienso que habría que proponer un entrenamiento dedicado a este asunto porque no consigo beber sin atragantarme. En los siguientes kilómetros (en los que afortunadamente hay alguna cuesta abajo) me acompaña un gasecito, consecuencia de mi torpeza con el agua, que no consigo expulsar. A buena hora cojo la botellita.

Perdido en mitad del pelotón, me pego a un corredor que va con su perro. Dos cruces de correa después decido que no es la mejor compañía así que tiro en busca de otros compañeros de fatigas ya que de los Runners, ni noticias. Llegamos por fin al kilómetro 8 y a la famosa “cuesta de los autos locos”. Son apenas 200 metros, pero a esa altura de la carrera pueden pasar factura. Los muy cachondos de la organización han puesto un cartel que dice “Premio especial de montaña fuera de categoría”, o algo así. Me parto. Al final, tanto-tanto, la cuesta se hace más breve de lo que parecía y apenas queda kilómetro y medio para llegar a meta.

Tras los últimos giros, un par de largas rectas nos llevan al punto de partida. El viento de cara no hace nada fácil el esfuerzo final, y el camino de piedras menos aún. Los últimos 200 metros por las pistas alargan más el remate de la prueba. Juan Carlos, que a estas alturas ha entrado, ha recogido su bolsa de corredor y su camiseta, se ha tomado un refresco, ha estirado y ha conversado con otros corredores, me espera en la llegada más fresco que la sandía que nos regalan. Cuando consigo recobrar el aliento buscamos a Elena, quien ha conseguido un magnífico séptimo puesto en su categoría. Juan Carlos, por su parte, a casi cuatro minutos por kilómetro, fue 13º en la suya. Qué máquinas. Yo, tras un mes en el Club y tres entrenos colectivos, rebajo en dos minutos y medios mi marca anterior, la de Cabanillas. Está claro: formar parte del Runners Cabanillas te da alas.



Pd. De lo que no hay ni rastro en la llegada es de la cerveza de la que hablaba Alberto. Debe tratarse de una leyenda urbana.

Legada de Juan Carlos, miedo me da pregunar el tiempo que hizo.....


Llegada de Jesús, nuestra nueva incorporación, solo por apuntarse con nosotros baja tiempos jeje

Llegada de Elena, una fija en este tipo de carreras




 
Nuestra representación, Enhorabuena a los tres!!!!!


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