Entre
lesiones, compromisos familiares y asuntos varios –todos justificados-, la
representación del Runners Cabanillas en Villanueva fue más bien escasa. Por un
momento temí ser el único representante, recién llegado al Club y al running, y
cargar solo con tanta responsabilidad. Menos mal que Juan Carlos y Elena,
experimentados veteranos, acudieron para dejar el pabellón bien alto.
A pesar de
la fecha (pasado el cuarenta de mayo) y de la semana previa de calor que
habíamos tenido, la mañana era tirando a fresquita. Me llevé una gorra, me di
crema para el sol… incluso eché una toalla pensando que nos íbamos a derretir
en las pistas de atletismo, pero nada más bajar del coche, coño qué frío, por
qué no me habré traído el chándal. La temperatura fue subiendo conforme avanzó
la mañana, pero el aire, un viento del demonio, no tenía intención alguna de
abandonarnos.
En la salida
nos situamos juntos Juan Carlos, Elena y yo, posamos para la posteridad del
atletismo cabanillero y, ale, a correr, que a eso hemos venido. Debo reconocer
que no me había estudiado el circuito y que en el rato en que estuvimos
calentando en las pistas no me fijé en que allí no había una salida digna de
tal nombre, vamos, que para completar los 10.000 metros podíamos dar 25 vueltas
a las pistas porque al que las diseñó no se le ocurrió que algún día alguien
quisiera hacer una carrera por la calle. Solución: un pequeño terraplén y un
camino de piedras cuando apenas llevábamos 300 metros. A ver si este fin de semana tocaba carrera de
montaña y me he liado. Bueno, no nos vamos a poner quisquillosos los de
Cabanillas porque nuestras pistas de atletismo, como sabemos, no son
comparables con ningunas otras.
Ya en la
calle, nada más doblar el polideportivo, salimos a una de las largas avenidas
de Villanueva con un viento en contra que arranca un par de gorras a corredores
que me preceden y tienen que parar a recogerlas. A todo esto, no veo a nadie de
azul en el horizonte, por lo que deduzco que Juan Carlos y Elena deben ir un
par de kilómetros por delante. Los tres
primeros kilómetros son suaves, por calles rectas, con alguna ligera
rampa y algún que otro falso llano, hasta que de repente nos sacan a un camino
y comienzan unos kilómetros de subidas bastante pronunciadas, en particular del
kilómetro 3’5 al 5. Al llegar al avituallamiento, a mitad de recorrido, pienso
que habría que proponer un entrenamiento dedicado a este asunto porque no
consigo beber sin atragantarme. En los siguientes kilómetros (en los que
afortunadamente hay alguna cuesta abajo) me acompaña un gasecito, consecuencia
de mi torpeza con el agua, que no consigo expulsar. A buena hora cojo la botellita.
Perdido en
mitad del pelotón, me pego a un corredor que va con su perro. Dos cruces de
correa después decido que no es la mejor compañía así que tiro en busca de
otros compañeros de fatigas ya que de los Runners, ni noticias. Llegamos por
fin al kilómetro 8 y a la famosa “cuesta de los autos locos”. Son apenas 200
metros, pero a esa altura de la carrera pueden pasar factura. Los muy cachondos
de la organización han puesto un cartel que dice “Premio especial de montaña
fuera de categoría”, o algo así. Me parto. Al final, tanto-tanto, la cuesta se
hace más breve de lo que parecía y apenas queda kilómetro y medio para llegar a
meta.
Tras los
últimos giros, un par de largas rectas nos llevan al punto de partida. El
viento de cara no hace nada fácil el esfuerzo final, y el camino de piedras
menos aún. Los últimos 200 metros por las pistas alargan más el remate de la
prueba. Juan Carlos, que a estas alturas ha entrado, ha recogido su bolsa de
corredor y su camiseta, se ha tomado un refresco, ha estirado y ha conversado
con otros corredores, me espera en la llegada más fresco que la sandía que nos
regalan. Cuando consigo recobrar el aliento buscamos a Elena, quien ha
conseguido un magnífico séptimo puesto en su categoría. Juan Carlos, por su
parte, a casi cuatro minutos por kilómetro, fue 13º en la suya. Qué máquinas.
Yo, tras un mes en el Club y tres entrenos colectivos, rebajo en dos minutos y
medios mi marca anterior, la de Cabanillas. Está claro: formar parte del
Runners Cabanillas te da alas.
Pd. De lo
que no hay ni rastro en la llegada es de la cerveza de la que hablaba Alberto.
Debe tratarse de una leyenda urbana.
Legada de Juan Carlos, miedo me da pregunar el tiempo que hizo..... |
Llegada de Jesús, nuestra nueva incorporación, solo por apuntarse con nosotros baja tiempos jeje |
Llegada de Elena, una fija en este tipo de carreras |